“Creemos que no existe un mejor momento para rediseñar el mundo”, es el lema orientador de dos jóvenes bogotanos que, pensando en la arquitectura de la pospandemia, inauguraron un laboratorio en el que han materializado, con éxito, experimentos arquitectónicos para darle solución a la nueva forma de socialización.
Sin haber tenido la oportunidad de conocerse en persona, Germán Bahamón, arquitecto de la Universidad Javeriana y máster en Diseño Urbano de la Universidad de Columbia, y Alejandro Saldarriaga, arquitecto de la Universidad de los Andes y máster en Diseño Arquitectónico de la Universidad de Harvard, crearon Colab-19, un laboratorio dedicado a la consolidación de espacios arquitectónicos en sintonía con las necesidades del nuevo mundo derivado del covid-19.
“La pandemia trajo un sinnúmero de obstáculos para la condición humana, pero también trajo enormes oportunidades de mejora. El mundo cambió y este laboratorio surgió de cuestionarnos la arquitectura, de cómo se ha venido practicando la misma, de cómo debería comenzar a practicarse y de su sostenibilidad. Claramente nuestro principal objetivo fue el de pensar cómo podíamos innovar y sobre todo cómo podíamos mejorar la calidad de vida de los bogotanos en los entornos urbanos. Somos un laboratorio porque lo que ejecutamos no son proyectos sino experimentos que nos retroalimentan información a partir del uso del usuario”, dijo a EL NUEVO SIGLO Germán Bahamón.
Para aterrizar este objetivo, hay tres experimentos que fueron altamente exitosos en la capital del país. Bajo la iniciativa de “Bogotá a cielo abierto”, la Sociedad Colombiana de Arquitectos invitó a los directores de este proyecto a intervenir en el diseño de un espacio en la plaza de La Perseverancia, “La Perse”, en donde propusieron una estructura con andamiajes, algo que no es ni típico ni tradicional de la arquitectura capitalina.
“Algo muy interesante que nos ocurrió con la estructura que montamos en esta plaza de mercado fue que las personas se sintieron seguras de comer en el espacio público. Tuvimos una visión, fuimos más allá, comenzamos a explorar una nueva tipología, una nueva forma de arquitectura que da indicios muy positivos y proyecciones muy buenas para el contexto latinoamericano de algo que en Europa es básico: comer en el espacio público sin que te roben”, explicó por su parte Alejandro Saldarriaga.
A este respecto vale mencionar que en esta plaza, que sin lugar a dudas es uno de los iconos gastronómicos de la ciudad, con esta estructura metálica de tres niveles (y un peso aproximado de nueve toneladas) en donde los comensales estuvieron separados los unos de los otros por una tela blanca, amplió la capacidad de atención de la plaza y le brindó una nueva experiencia a los usuarios: la de comer a siete metros de altura.
De hecho, durante el primer mes hubo un incremento del 280% en el número de visitantes de la plaza, y Bahamón y Saldarriaga demostraron que este tipo de proyectos urbanísticos son estrategias prácticas para los retos contemporáneos.
Posteriormente ambos arquitectos fueron llamados para conducir un experimento similar en la plaza de La Concordia, “que fue el experimento resultante de lo que hicimos en la Plaza de la Perseverancia. Aquí no solo nos atrevimos a explorar el sector gastronómico y su reactivación sino los espacios públicos, el teatro y el comercio común, a través de la estructura denominada ‘Anfiteatro La Concordia’, añadió el arquitecto Bahamón, quien explicó cómo con esta arquitectura abierta y al aire libre, dictada en gran medida por las necesidades impuestas por la pandemia, esta estructura resolvió los usos flexibles, incorporando todo tipo de actividades lúdicas.
El éxito de este diseño fue innegable, a tal punto que fue reconocido como uno de los 25 mejores proyectos en la categoría Diseño de Instalación de los Premios Deezen 2021, y quedó como finalista en la categoría Instalaciones Experimentales y Temporales de los Premios AZ 2021.
Arquitectura táctica
La tercera expresión de esta nueva forma de arquitectura consistió en una iglesia que se instaló durante Semana Santa y que explica una expresión acuñada por Bahamón y Saldarriaga: “arquitectura táctica”, un término que como bien hicieron en explicarlo a este medio los arquitectos, no existe en la disciplina. ¿Cómo lo explican?
“Nosotros respondemos no solo a necesidades públicas sino también privadas y a cómo esa mezcla puede generar un espacio híbrido en donde la arquitectura pasa a un segundo plano y el protagonista pasa a ser el usuario. Esta arquitectura táctica, como lo hemos acuñado, es más tridimensional por así decirlo. Te pongo un ejemplo: la iglesia en un parqueadero al aire libre como la que montamos en el barrio La Alhambra, al norte de la ciudad, y que duró lo que duró la Semana Santa”, puntualizó el arquitecto Saldarriaga.
De esta manera, es claro que estas instalaciones temporales conectadas con el exterior son una forma de edificaciones que va en línea directa con una estrategia para mitigar el covid-19, priorizando los espacios abiertos en estructuras “cerradas”, pero también va más allá: esta es una interesante propuesta arquitectónica.
“Esta es la efimeralidad, tras la efimeralidad. Es decir, que esta iglesia, el espacio habitable de La Perseverancia y el anfiteatro estuvieron presentes, desaparecieron y es probable que el día de mañana puedan volver a aparecer en una mejor versión. Es intermitente”, agregó Bahamón.
Un proyecto pensado en la migración
Los fundadores de Colab-19 le dijeron a este medio que en estos momentos están llevando a cabo una investigación sobre la crisis migratoria de los venezolanos en las carreteras de Cúcuta y Bucaramanga, para poner en marcha soluciones similares a las que ya se implementaron en Bogotá.
“Nosotros aplicamos este concepto de arquitectura táctica durante el último año en un contexto de emergencia agudo, pero creemos que eso se puede escalar a situaciones de emergencia más crónicas como la crisis migratoria venezolana. La idea de generar arquitectura a partir de modelos existentes es algo accesible, barato, temporal, fácil de ensamblar y creemos que se pude escalar a una situación de emergencia como la mencionada”, finalizó diciendo el arquitecto Saldarriaga.
Ambos arquitectos advirtieron no estar de acuerdo con la visión del Plan de Ordenamiento Territorial, porque al fin y al cabo es una herramienta política.
“La ciudad es de los ciudadanos y hay una manera diferente de crear ciudad, por ejemplo a partir de la colaboración de las personas, de los usuarios, de sus necesidades, y cómo la arquitectura debe prestar un servicio y dar las herramientas que se necesitan. No moldear e imponer qué debe y que no debe ir y cómo”, concluyeron ambos arquitectos.
Nominados al Dorfman 2022
Es importante mencionar que Colab-19 está entre los nominados al Premio Dorfman 2022 que entrega anualmente la Royal Academy of Arts del Reino Unido. Este galardón reconoce los nuevos talentos de la arquitectura en todo el mundo y, según explican sus organizadores, “se otorga a un arquitecto, práctica o colectivo que esté volviendo a imaginar el futuro de la arquitectura y tenga en cuenta los desafíos geográficos y sociopolíticos”.
Créditos: El Nuevo Siglo